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(P.D: no estoy seguo si esto es un mito de verdad, pero me gusto la historia)
La leyenda de Kyuubi
El mundo está plagado de leyendas. Mitos heroicos o historias de amor que se transmiten de generación en generación, muchas veces como cuentos para mandar a los niños la cama. Historias aterradoras, otras hermosas. Algunas tan tristes que oprimen el corazón.
Una de las más fascinantes es sin duda alguna la de las diosas.
Cuenta la leyenda que milenios atrás existían unos seres fantásticos que convivían con los humanos, aunque en menor número. Estos eran las diosas, seres con gran poder y envueltas en un gran misticismo. Ante los hombres se mostraban con su aspecto de jovenes y bellas mujeres, aunque podían adoptar otras formas. Así mismo, poseían una fuerza enorme, unos poderes que iban más allá de lo humanamente comprensible.
Existían nueve diosas principales, las más dotadas y beneficiadas con respecto al poder divino. Eran conocidas como las Bijuu, ya que paseaban por la tierra camufladas en forma animal, cada una a su modo, dependiendo su poder de las colas que mostraban en esa forma.
Sin embargo, no había ninguna de ellas que fuera tan fuerte como Kyuubi, la diosa suprema, aquella que se decía que poseía un poder infinito. Pero Kyuubi no era solamente poderosa, también era extremadamente hermosa, con sus ojos y sus cabellos del mismo color rojo encendido. No obstante, no era lo único que la diferenciaba de las demás. Kyuubi amaba a los humanos, sentía un especial apego por aquella raza inferior pero aún así dotada de unas emociones que quizás ellas nunca poseerían. Por lo general, las diosas evitaban mezclarse con las personas. Les consideraban seres indignos de tal honor. Kyuubi, por el contrario, sentía una especial fascinación por aquellos seres tan frágiles pero hermosos.
Kyuubi se dejó ver ante un humano, un hombre al que había estado observando durante meses. El joven en cuestión se sentaba todos los días en una roca cerca del mar, observándolo todo mientras el viento zarandeaba sus cabellos rubios. Kyuubi se le acercaba en ocasiones bajo la forma de un zorro de nueve colas. Llena de curiosidad, quiso saberlo todo sobre aquel chico.
Estaba cautivada por sus ojos azules.
El muchacho en cuestión pertenecía a una família cuyos descendientes poseían el poder para dominar el viento. Vivía en una aldea en la cual se dedicaban a entrenar a los pequeños como ninjas, para crear un pueblo pacífico que supiera defenderse en caso de guerra. El chico era toda una celebridad en el pueblo, grácias a su carácter sincero y abierto. Se le apodaba por Yondaime, puesto que era el Cuarto líder de su família. Muchas tardes podía verle jugando con los niños por las playas y también por los bosques circundantes a la villa.
Estaba enamorada de aquella perfecta y amable personalidad.
Lo inevitable no se hizo esperar. Una noche, cuando el muchacho miraba la luna brillando en la superfície del mar, una hermosa mujer se le acercó caminando sobre la arena. La luz argentina brillaba en sus cabellos y se reflejaba en sus ojos del color de la sangre. Una imagen que embriagó el corazón del muchacho.
Desde aquel instante, supo que vivía únicamente para ella.
Uzumaki Kaseiyo. Aquel era su nombre. Una sonrisa se dibujó en los labios de Kyuubi cuando le fue revelado.
No tardaron en unirse en matrimonio. Ambos estaban profundamente enamorados uno del otro. Él ni siquiera se inmutó por la notícia de la auténtica naturaleza de ella. Adoraba cada una de los rasgos de su esposa. Vivieron durante más de un año en perfecta felicidad. Kyuubi estaba segura de que había encontrado su lugar.
Pero la desgrácia terminó por alcanzarles. El mejor amigo de Kaseiyo, Uchiha Madara, sintió celos de la suerte de este al conseguir a la mujer más bella que existía, a pesar de estar ya casado y con hijos. Este provenía de un família bendecida, o maldecida según se mire, por unos ojos especiales, que recibían el nombre de Sharingan, teñidos de un rojo como la sangre de las víctimas que se decía que habían matado para conseguirlo. Envenenado de envídia y odio, mató a traición a Kaseiyo. Clavó un puñal en su espalda cuando él trataba de proteger a su mujer y después tomó a la fuerza a su esposa.
El mayor error de su vida.
Kyuubi despertó su poder infinito ante sus ojos y le fulminó allí mismo. Frente aquel montón de cenizas, Kyuubi lloró amargamente la muerte del único hombre que había amado jamás.
La diosa caída vagó sin cesar por el mundo, playa tras playa, esperando encontrar aquellos mismos ojos azules en alguna de ellas. Todo fue en vano. Kyuubi dió a luz sola a su primer y único hijo, una niña de ojos azules como el cielo y cabellos rojos como la sangre. Sin embargo, la vida de la diosa iba debilitándose lentamente. Las miembros de su raza sólo podían vivir en forma humana estando al lado de la persona amada. Muerto Kaseiyo, Kyuubi sabía que su fin estaba cerca.
Murió bajo la sombra de un pino, una noche de luna, como las que solía ver con su amor. Dejó a una hija de cuatro años.
El linaje de la diosa no se había perdido. La hija de Kyuubi creció y dejó descendéncia. La sangre divina seguía transmitiéndose generación tras generación. No obstante, la família Uchiha, aquellos que cargaban con la culpa de la muerte de Kaseiyo, juraron matar a todas y cada una de las descendientes de las diosas, ya que afirmaban poseían un poder maligno. Mancillaron el honor de tales seres místicos y provocaron un rencor masivo hacia aquellas hermosas figuras celestiales. Poco a poco, los hijos de la diosa fueron siendo exterminados del mundo.
Pero antes de morir, Kyuubi, inundada de un odio sin medidas, había jurado perseguir en todas y cada una de sus vidas al asesino de su esposo, ya que sólo así su alma encontraría reposo. Para ello, se reencarnaría cada cierto tiempo en uno de su hijos, hasta que al final consiguiera dar con el último descendiente Uchiha...
...y aniquilar la estirpe de Madara.
La leyenda de Kyuubi es una de las más tristes y terribles de las antiguas mitologías. Los que poseían la sangre de la diosa fueron desapareciendo de la faz de la tierra, pero...
Mar Ago 19, 2008 9:22 pm
no sabia nadita gracias 
